“Comprendo al fin el vasto sentido de las cosas;
sé escuchar en silencio lo que en redor de mí
murmuran piedras, árboles, ondas, auras y rosas…
y advierto que me cercan mil formas misteriosas
que nunca presentí”
(extracto del poema “la montaña” de Amado Nervo)
Comprender no solo conceptos abstractos sino partir de la inocente búsqueda en la naturaleza, de lo que nos rodea, desde lo más simple que nos cautiva y nos hace querer vislumbrar su origen y causa, en un ejercicio de comprensión para internalizar y no meramente intelectual, surge la empatía por el hombre y el universo y sentirse parte de él como una unidad. Ese podría ser nuestro acercamiento hacia la filosofía.
Al contrario de lo que podría creerse al toparnos con el concepto de filosofía y pensar que es una materia más teórica, abstracta y hasta engorrosa, la filosofía nos invita a pensar y razonar. Este acto de pensar no visto como una redundancia. Las cosas más importantes deben ser muy bien pensadas. En medio de la vorágine de actualidad en que nos encontramos ¿nos gusta pensar? Como pre-juicio se podría decir que no, que cada vez se piensa menos, buscamos todo simplificado, y además las redes sociales no facilitan este acto. Pero dejando esa visión un poco pesimista, yo me pregunto, si nos alejamos de pensar ¿será porque no nos queremos encontrar con lo que pensamos? nuestra identidad se forja de este encuentro más íntimo de lo que creo y le doy validez.
Pero ¿por qué es tan importante dar relevancia a la filosofía en estos tiempos?, Filo-amor, sofía-sabiduría, este amor por la sabiduría que etimológicamente encontramos en su palabra, nos invita a ir en su búsqueda, estar dispuestos a emprender un viaje y encontrar senderos de conocimientos, elegir una dirección y transitar, descubrir nuevas cosas. Buscar la sabiduría significa tener un espíritu aventurero, ser un filósofo, no catedrático, sino de la vida, que nos exige siempre estar atento a ella y sus embates.
Un Aristóteles hace más de dos mil años se hacía preguntas de la vida y gustaba de caminar con sus discípulos tratando de rozar la verdad, pensar y caminar. Rescatando este sentido es que la filosofía nos hace dar pasos en ese camino de búsqueda, se hace útil y mejor dicho se vuelve a descubrirla, porque en realidad siempre ha estado presente en nosotros, al darnos cuenta que todos tenemos ese primer paso de curiosidad por el mundo, el porqué de las cosas, los ciclos de la naturaleza, todos esos cuestionamientos que hemos tenido surgen de una actitud filosófica de búsqueda hacia la verdad, la sabiduría.
Sin embargo no cualquiera puede ser llamado filósofo, porque más allá de reconocer que tenemos preguntas y dudas, hay que salir a buscar esas respuestas en el mundo y en nosotros mismos, hay que levantarse, extender la mirada a nuestro alrededor, estar dispuesto a comprender al otro, no juzgar. Esa actitud es la que anhelamos conquistar los filósofos, quienes buscan la verdad en la sencillez de una flor, la verdad de un acto generoso, incluso la verdad ante el dolor humano, como nos transmitió Buda, un gran filósofo de oriente.
Todos podemos estar en esta búsqueda, en diferentes senderos o tramos, y es más, en un punto de este camino nos encontremos con más transeúntes, habrá quienes puedan ser compañeros en nuestro andar, otros que nos acelerarán el ritmo de marcha, o incluso hallaremos obstáculos, pero constatar humildemente que todos tenemos un espacio y tiempo propio que recorremos, hace respetar el camino de cada uno, sin exigir ni denostar, sino simplemente comprender, la comprensión que deriva en amor.
El filósofo sin ansiedad espera, porque sabe que algún día sus alas desplegarán para un vuelo en el celeste cielo. La filosofía nos hace ser conscientes de nuestras nacientes alas y aún más, nos ayuda a batirlas constantemente para alzarnos en las alturas y mantener ese vuelo hacia un mundo mejor, porque no me cabe duda que todos queremos un mejor lugar para plasmar nuestros sueños.
Lana Troncoso