Especialista destaca la importancia de trabajar en estas funciones entre los 3 y 20 años, ya que impactan en el desarrollo formativo, social, emocional y de salud de las personas en su adultez.
En el momento que suena el despertador y nos levantamos de la cama, comenzamos a planificar el día. Desde la ropa que vamos a usar, hasta pensar en qué desayunar y qué cosas pendientes tenemos en el trabajo o en los estudios forman parte de esa rutina.
Para lograr estas pequeñas metas del día a día se necesitan las funciones ejecutivas, que son habilidades cognitivas que trabajan de manera coordinada para lograr un objetivo, como por ejemplo, aprender algo en particular. Estas funciones son importantes, además, para las habilidades sociales e incluso en la etapa formativa, ya que permiten tener la regulación frente a determinadas situaciones que suceden con otras personas.
Así lo explicó el académico de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca e investigador principal del Núcleo Mileno para la Ciencia del Aprendizaje (MiNSoL), Cristian Rojas Barahona, quien añadió que, “entre algunas funciones ejecutivas podemos destacar la memoria de trabajo, que es la capacidad de representar y procesar información; también la flexibilidad cognitiva y el control inhibitorio, este último permite priorizar las ideas y desechar aquellas que son irrelevantes. Estas tres son consideras basales y las primeras que se desarrollan”.
Otras funciones son el control atencional, la planificación, la fluidez verbal; entre otras. Todas ellas fundamentales para cualquier persona.
“Estas habilidades se desarrollan entre los 3 y 18 – 20 años de edad, es por ello que la estimulación de los niños y niñas durante la educación parvularia es muy relevante, incluso este nivel de formación de calidad es uno de los objetivos prioritarios para la agenda de desarrollo sostenible 2030 de las Naciones Unidas”.
De hecho, un estudio que lidera el académico, y, que busca contribuir en la formación inicial, confirmó que los niños de familias de bajos ingresos comienzan la etapa de párvulos con un bajo desarrollo de las funciones ejecutivas, por lo que es importante que se trabajen y estimulen tanto en el hogar como en los establecimientos educacionales.
“Nosotros muchas veces estimulamos habilidades cognitivas y no nos damos cuenta, por ejemplo, cuando buscamos a nuestros hijos en el colegio y le preguntamos ‘¿Qué hiciste hoy y qué fue lo más importante?’, con esa pregunta los estamos obligando a procesar la información y seleccionar lo relevante y quitar lo irrelevante. Con ese simple diálogo, que es tan común y humano, se estimula la atención, la memoria de trabajo y el control inhibitorio”, planteó el especialista del MiNSoL y la UTalca.
Otro ejemplo que entregó Rojas es preguntar a los niños sobre las tareas a futuro, “¿qué tienes para mañana en clases?, ¿Qué necesitas y qué materiales vas a emplear?, son preguntas que ayudan a su planificación. También se pueden reforzar con actividades lúdicas que estimulen el control inhibitorio, como el juego de ‘cabeza, hombros, rodillas y pies’”, señaló.
Relevancia para la adultez
Desarrollar este tipo de funciones durante la infancia tiene efectos positivos en la adultez. “Estudios han comprobado que las personas que tienen mejor desarrolladas sus funciones ejecutivas tienen una mejor calidad de vida, que se puede visualizar, por ejemplo, en que tienen menos deudas, menor posibilidad de cometer delitos o de ir a la cárcel”, indicó.
Asimismo, precisó Rojas, tiene un impacto positivo en la salud mental y física, ya que, al contar con estas habilidades las personas tienen una mejor autorregulación cognitiva, social y emocional. También un menor riesgo de obesidad y mayor rendimiento laboral y académico, mejorando con ello su calidad de vida.